Columna de Opinión


Plazos a las Farc no pueden convertirse en una concesión sin fin


El tema que concentra la atención del país es la ampliación del plazo a las Farc para la entrega del material de guerra en su poder. Esa me parece una idea inadecuada.

Prorrogar puede ser un arma de doble filo. En principio no estoy de acuerdo con ampliar el tiempo a las Farc, porque estamos dando la impresión de tener improvisada una parte del proceso. 

Es como si nos hubiera cogido fuera de base el cronograma de la implementación frente a la fecha comprometida por el Gobierno y la guerrilla para dejar las armas en manos de la Organización de Naciones Unidas, ONU. 

Incurrir en prórrogas significa empezar a desgastar la confianza en el proceso entre los colombianos, mucho más de lo que reflejan las encuestas actuales. 

Entiendo que Naciones Unidas ve con buenos ojos que se maneje un plazo adicional y considero que en ese contexto, en aras de salvar la paz y no caer en otra grave frustración, es posible extender el tiempo de entrega hasta finales de julio.

Pero que sea por una sola vez la extensión, porque enviarle al pueblo nuevas señales en ese sentido será desbaratar la confianza que aún tiene el Acuerdo de Paz con las Farc.

A la fecha todo lo relacionado con el proceso de paz ha salido bien para el país y los actores del conflicto, a pesar de las dificultades que surgieron durante los diálogos en La Habana y la victoria del No en el referendo.

Hemos sabido capotear los temporales, lo que evidencia el gran compromiso que han mostrado las tres ramas del poder público para que cada una, dentro de sus competencias, avalen y avancen en la aprobación de las reformas constitucionales y legales que facilitan la implementación del Acuerdo de Paz con las Farc.

Los últimos 11 meses han sido intensos para coronar el recorrido base hacia la reconciliación nacional, tras medio siglo de un incesante derramamiento de sangre que tocó a cada hogar colombiano por acción o por reflejo.

La paz se convirtió en el gran objetivo del segundo periodo de gestión del Presidente Juan Manuel Santos y muy probablemente su poca favorabilidad hoy se deba a problemas ciudadanos que han sido combatidos inadecuadamente y a una oposición que cuestiona y con sus críticas ejerce presión de opinión pública sobre otros flancos de la vida nacional que se resienten frente a circunstancias externas, como la economía. 

Si fuera por los logros en términos de paz, la imagen presidencial debería estar por los cielos y aunque la generación presente, por una u otra razón, entre ellas las políticas, sea reacia a reconocer los méritos de ese empecinamiento, creo que la historia deberá ser más justa en el destino de mediano y largo plazo.

He tenido que expresar mis discrepancias respecto de algunos tramos durante el recorrido por la paz, pero como colombiano y legislador de la República me siento orgulloso de hacer mi contribución a una nueva historia de paz nacional.  

Desde el Congreso se le concedieron a la Presidencia de la República unas facultades que vencían el pasado lunes y nos complace que el Ejecutivo haya aprovechado el fin de semana para firmar una serie de decretos leyes que agilizan la implementación del Acuerdo de Paz y relanzan el desarrollo del campo.

Confiamos en que se den los resultados dentro de lo previsto, que ningún sector se sienta atropellado en sus derechos y que tanto el Estado como la guerrilla desmovilizada y las víctimas que esperan el resarcimiento y una nueva oportunidad para mitigar el dolor de una guerra infame, al igual que el resto de la Nación –aún aquella parte en la acera de enfrente- puedan conformar un verdadero equipo de reconstrucción de patria dentro del posconflicto y la reconciliación anhelada.

Hemos estado del lado de la paz, entendemos las circunstancias para que se amplíe el plazo de entrega de las armas de las Farc pero estamos convencidos de que las nuevas fechas no pueden ser entendidas como una concesión sin fin.

Comparto la apreciación del representante especial de la misión de la ONU en Colombia, Jean Arnault, cuando dice: "Las implementaciones de acuerdos de paz son un choque de cara a los objetivos concretos de la negociación, entonces a pesar del valor simbólico que tiene el plazo del 29 de mayo no se debe perder el sueño de la paz".

De acuerdo con el señor Arnault, pero la paz requiere puntos aparte y en ese libreto encaja la concepción de adentrarse en el ejercicio de la política sin armas. Colombia quiere una paz verdadera, sin hipocresías. Por favor escríbame a jname@josename.com

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